Me suspiras sutiles lamentos al oído, mientras me atas a distancia con las amarras febriles del recuerdo; de media noche a medio día, las sombras entretejen contorsiones en paredes color magenta, con la puerta cerrada o entre abierta, las memorias seducen y corrompen el celibato de mis dedos
Las cadenas se sacuden lacerando las muñecas, eslabones claman su independencia, y mis manos la libertad de caminar sobre tu piel sin sortear las ropas que te cubren por decencia, arrebato disfrazado de ternura, ambrosia destilando de tu cuerpo, la amazona subyugada y acorazada en terciopelo
Dormitas intranquila, con las sábanas entre las piernas, envuelta en lienzos de frágiles telas permeables a tu deseo; entre tu vientre y la mitad de tus piernas se libra una batalla sin cuartel, ahogando sobre almohadas los impulsos, hablándole en voz baja al placer
Tu sur es mi centro, y tú centro mi paraíso escondido, refugio de realidades y factoría de utopías y sueños a futuro, de relatos contados al viento, de las palmas de mis manos al rojo vivo; mientras tu piel tan ceñida a tus huesos y tan lejos de los míos, espera el momento preciso, la caricia encausada a romper tu silencio