martes, 18 de noviembre de 2008

Mis noches con ella

-Ayer la vi, y lo digo sin ese tono de arrogancia que caracteriza a quienes ven las cosas como algo dictado, platicamos, imaginamos, reímos y concordamos como procuramos hacerlo cada que nuestras ocupaciones nos lo permiten; y mientras ahí estamos dejamos de lado lo que nos abruma, lo que en el transcurso del atareado día nos distrae de lo que somos.

Se disuelven las horas entre el sonido de nuestras voces, departimos como viejos amigos aunque sea poco el tiempo en que nuestros caminos se encontraron, prescindimos de filtros en nuestros diálogos, se habla directo y sin mordazas, como desde el principio acordamos, se sostienen miradas con respeto, con admiración en lugar de miedo, se platica de todo o no se articulan palabras, y los silencios no incomodan, o por lo menos no obligan a nada.

Cuando atento la escucho me deja acicalarla mientras descansa en mi regazo, así nos entendemos, así nos comunicamos; me relata su vida y le comparto la mía, nos alimentamos de vivencias similares pero con personas distintas, hay coherencia y fantasía en lo que nos contamos, sabe lo que a mis palabras le dan soporte y no se esconde en la indiferencia, está al tanto de lo que me impulsa y yo de lo que a ella en éste momento la sujeta.

Paciencia, no por coba ni obediencia, ser discreto en cuanto al tema ya no es mi principal preocupación ni tampoco será nunca el tema protagonista de cada conversación, hay proyectos, sueños y pasado relacionados, gustos y pasiones afines, textos que de su puño y letra me narra y cuando lo hace, mi atención no acata mando alguno mas que el de su voz cuando relata lo que en tinta descansa y en sus ojos al leerlo revive.

Me abre los ojos con un soberbio “Baraka” y me enraíza de nuevo con unos “Hijos de la Tierra”, me pone a imaginar detalles, lugares y hasta percibir olores con una historia anónima de una diva operística y un escritor ilusionado, idealista y soñador como yo, y aunque de escritor me falte bastante y a sabiendas que de divo operístico no ganaría ni un centavo, me pongo el saco y me adjudico el relato, lo hago mío como si ya lo hubiese vivido mucho antes de que la idea se trasformara en letras impresas en papel.

Así son mis noches con ella, llenas de sabiduría que comparte y que también se deja inculcar, de chocolates en Tetra Pack y ocasionales tabacos en la cochera, de temblores por el frío de la madrugada, de sonrisas picaras y miradas sinceras, de jugueteos y arrumacos mansos en el sofá.

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